Espero que se encuentre muy bien. Le escribo para agradecerle y expresarle mi opinión en varios asuntos. Sé que después de tener tantos estudiantes es difícil que me recuerde. Fui su estudiante en la Universidad de Costa Rica, en el curso de Comercio Internacional. Ese no solamente fue uno de los mejores cursos que he tomado, sino que también tuve la oportunidad conocer y recibir clases con una persona que tanto admiro. Es por ello que he lamentado profundamente la situación en la que tan injustamente lo han involucrado a usted desde hace algunos años. Más aún, los hechos de los últimos días donde nuevamente lo acusan a usted sin fundamente, como resultado de una clara persecución en su contra, me han hecho sentir la necesidad de escribirle para manifestarle mi humilde apoyo y la gran admiración que siento por usted. Como costarricense, siento pena que nuestro país haya actuado en su contra, sobre todo después de todo lo que usted ha dado por este Pueblo.
Han sido numerosas las ocasiones en las que he tenido el impulso de escribirle; sin embargo, debo admitir que no lo consideré apropiado por el respeto que le tengo, creo que es un poco atrevido dirigirme a usted en asuntos personales. Le ruego que me disculpe si de alguna forma le he faltado el respeto o si considera este correo inapropiado.
Desde niño sentía mucha admiración por usted, después de muchos años esa admiración ha crecido tanto en lo personal como en lo profesional. Tal vez usted recuerde a mi abuelo (no hay palabras que puedan describir el amor y la admiración que tengo por él), un señor bajito y elocuente. Él le tiene un cariño y respeto enormes. Sus coincidencias en principios y tendencias políticas, junto con la personalidad y capacidad intelectual que usted posee le dieron la certeza de que usted sería un gran presidente y, por supuesto, no se equivocó.
Mi abuelo logró transmitirnos esas ideas a las personas que estábamos a su alrededor; mi familia se involucró y trabajó con esmero en esa campaña que terminó con gran satisfacción y el beneficio del país. En particular, la Zona de los Santos nunca había recibido la atención que necesitaba de los gobiernos antes de su administración. Aquella clínica nueva; aquel puente (por el que mi abuelo luchó por más de 50 años); los caminos en buen estado para transportar el café y las escuelas con los recursos que necesitaban, son solo ejemplos de las cosas que tanto le agradecemos. Aún recuerdo aquella caravana interminable que lo acompañó a usted desde El Empalme desfilando por los cantones o, posteriormente, ver el Paseo Colón a reventar durante su plaza pública. Pasaran muchos años para ver de nuevo semejante fervor. Aun con mi limitada juventud me atrevo a decir que pocas personas han hecho vibrar así a Costa Rica. Sinceramente, creo que será difícil que nuestro país vuelva a ver nacer a un líder como usted.
Precisamente, una de las razones por las que le escribo, es porque mi abuelo me ha pedido que le envíe un saludo muy grande. El lamenta la injusticia por la que usted ha pasado, pero lo llena de alegría ver que usted ha manejado la situación de forma tan ejemplar y saber que se hizo justicia finalmente. Él lo recuerda con mucho cariño y admiración. Nuestras oraciones siempre estuvieron con usted.
Desde el año 2004 los costarricenses y el mundo entero hemos sido testigos de la persecución que se inició en su contra. La violación a sus derechos, un proceso irregular y un circo mediático fueron la antesala de la terrible injusticia que se cometió en ese momento. Esto fue lamentable y triste, fue una gran decepción ver como las instituciones en las que tanto confiamos los costarricenses se prestaban para semejante atrocidad. Las irregularidades del caso fueron muy evidentes pero nunca faltaron personas que quisieron aprovechar la oportunidad para hacerle daño; medios deseosos de vender noticias amarillistas; y personas que impulsadas por el resorte de la envidia quisieron creer la mentira. Sin embargo, aquellos que confiamos siempre en su persona recibimos hace unos meses con alegría la noticia de que se había hecho justicia en los tribunales y que se había comprobado su más que evidente inocencia. Aunque sabíamos que era inocente, muchos temíamos de que los vicios en el proceso continuaran y de que las malas intenciones imperaran sobre la justicia y la verdad. Debo decir que su proceder fue un ejemplo de valentía, honradez y temple. Dio la cara y nos dio una lección de que quien actúa con la verdad no debe temer.
A pesar de que un largo proceso había acabado y de que estaba presente una sensación de justicia, lamentablemente surgió una nueva acusación. Tengo la certeza de que usted saldrá bien librado, como se merece, pero es muy clara la persecución en su contra y es indignante ver cómo han querido manchar su imagen y la de su administración que tanto bien le hizo a Costa Rica y que hoy añoramos. Lamentablemente este país nunca podrá compensar todas las injusticias en su contra; nunca serán suficientes los perdones para compensar esas acciones y los responsables nunca serán sancionados. Sin embargo, Don Miguel Ángel, usted goza de la dicha de ser una persona creyente, de entender y saber que más allá de los tribunales y de la opinión pública está la causa divina. De seguro eso ha sido una gran fortaleza a su favor y ningún juez ni tribunal podrá arrebatársela. Además, su fortaleza, junto a Dios y la familia lo han hecho salir delante de manera admirable.
Sé que mis palabras son sencillas e inútiles, pero esta es la manera en que puedo expresarle mi sentir y mi opinión. Me hubiera gustado hacerlo en persona, pero de alguna manera se me dificulta. Ante todas estas circunstancias solamente me queda darle las gracias por todo lo que nos ha dado. Afortunadamente usted ha llevado la situación con sapiencia y la ha superado de manera ejemplar. Gracias por no cansarse nunca de ser un ejemplo para nuestra sociedad y de ayudar siempre a mejorar Costa Rica. Por personas como usted que nos dan aliento a los más jóvenes este país sigue adelante.
¡Que Dios lo bendiga y acompañe!