Reproducimos las reflexiones que el Ex Presidente de la República y Ex Secretario General de la OEA, Miguel Ángel Rodríguez, difundió en su página de Facebook (http://www.facebook.com/people/Miguel-Angel-Rodriguez/764858072) en relación con la lucha que ha debido dar a lo largo de los últimos cinco años para tratar de recibir un juicio justo y las enseñanzas personales que extrae de esa tribulación.

 

 

 

MAR23 de octubre de 2009

 

La semana pasada viví dos importantes experiencias. Quise dejar pasar unos días antes de comentarlas, para permitir que se asentaran mis sentimientos.

 

El jueves 15 de octubre cumplí cinco años de haber regresado voluntariamente a Costa Rica, en el último día en que ostentaba el cargo de Secretario General de la OEA. Una semana antes había renunciado a la Secretaría General  por mi libre voluntad,  pese al apoyo de todos los representantes de los Estados al Consejo Permanente excepto Costa Rica,   que me recomendaban que desde esa posición enfrentara cualquier acusación que se llegara a presentar.

 

Lo hice para dar ejemplo en mi país y en el Continente, de respeto a nuestros jueces, y a los procedimientos del debido proceso en un estado de derecho. Aclaro que consideraba, dadas las manifestaciones del presidente Pacheco y del fiscal Dall’Anese, que en pocos meses respondería ante los tribunales  y podría luego retomar mi vida como ciudadano  libre en un país respetuoso de la dignidad y los derechos humanos. También renuncié y regresé para poder hacer frente a  la magnitud de la campaña mediática de condena que se había lanzado en mi contra, y para asegurar a mi familia el poder vivir tranquilamente en esta querida patria.

 

Todos lo saben. Fui recibido con oprobio, odio, exhibición, tortura sicológica,  para hacerme aparecer ya como condenado ante mis conciudadanos y el mundo, en un gran “reality show” que se inició en el Aeropuerto Santamaría,  se trasladó a las caravanas en las calles con “perreras”, sirenas, motos, helicópteros, luego fueron escenarios el apartamento en que viví unos días de arresto domiciliario y el calabozo en la prisión común que me encerró 5 meses. Todo este circo se prolongó por más de un año. Se burlaron mis derechos humanos y procesales tal como lo han ratificado sentencias de la Sala Constitucional y  de la Audiencia Preliminar.

 

 Recién hace un año, después de que miles de costarricenses solicitaran a la Corte que se me acusara para que me pudiera defender o que se me dejara en paz, y luego de cuatro años de persecución y burla de mis derechos fundamentales, se elevaron ante el Juez del Procedimiento Preliminar seis acusaciones en mi contra. El resultado de esa Audiencia Preliminar fue que se sobreseyó un caso, y solo quedaron dos acusaciones por delito menor, que fácilmente podrán  ser  sobreseídas en el debate. Se eliminó prueba ilegal y se reconocieron las violaciones habidas a mis derechos procesales. Pero el debate de este caso aún no se ha dado.

 

La segunda experiencia fue que una vez más goce la maravillosa experiencia, el fin de semana recién pasado, de participar de un Retiro Espiritual, buscando una ocasión de paz y tranquilidad que me permitiese tratar de abrirme más a la presencia del Señor.

 

De esas dos tan diferentes experiencias, el resultado es contundente y lo quiero compartir con usted amiga o amigo de Facebook:  Es mi convicción de que –aunque parezca imposible- he podido ganar muchísimo  durante este  largo y duro período de pérdida de mi posición, de mi prestigio, de mi libertad.

 

He ganado en constatar como en medio de la tribulación, Dios nos manifiesta de mil maneras Su amor y nos da fortaleza.

 

He ganado al vivir las muestras numerosas del inquebrantable amor y apoyo de mi familia, del afecto y la solidaridad de miles de amigos y compañeros y de la dedicación de  otros miles de personas a las cuales no tenía el agrado de conocer y que se ocuparon durante esta dolorosa vivencia de hacerme llegar consuelo con cartas, correos, estampitas, versículos de la Biblia.

 

He ganado al poder reencontrarme en las universidades con la juventud estudiosa de Costa Rica.

 

Hoy no me cabe duda. El amor es una fuerza mucho más poderosa que el odio.